jueves, 13 de septiembre de 2012

Horizonte Posclasico


Durante el Posclásico destacaron cuatro grandes civilizaciones: la mixteca, la tolteca, la mexica y la tarasca.

La cultura mixteca comenzó a conformarse en la sierra poniente de Oaxaca y, luego de enfrentarse contra los zapotecos, constituyeron una serie de señoríos independientes como Teozacoacalco, Coixtlahuaca y Yanhuitlán. Ellos fueron grandes orfebres y sobresalieron en la metalurgia de oro, plata y cobre.

Por su parte, la civilización tolteca floreció entre los años 850 y 1168 de nuestra era; su capital era Tula, una urbe que se localiza en el actual estado de Hidalgo. Los toltecas -una cultura marcada por el predominio de una casta militar- fueron los autores de las primeras crónicas históricas y su influencia llegó a Yucatán, sobre todo a Chichén Itzá. Su decadencia se debe a varias causas: los conflictos religiosos al interior de su sociedad, las prolongadas sequías y la presión de los mexicas, así como la de otros grupos nómadas que hacia el año 1168 arrasaron e incendiaron Tula.

Los mexicas fueron el último grupo náhuatl que penetró al Valle de México, donde fundaron Tenochtitlan y crearon el más vasto imperio de Mesoamérica, mismo que vio su ocaso tras la derrota que sufrieron a manos de los españoles en 1521.

Por último, en la región que hoy ocupan los estados de Michoacán, Nayarit, Colima, Sinaloa y parte de Guerrero y Guanajuato se desarrollaron varias culturas diferentes del resto de los pueblos mesoamericanos. Hacia el año 1250 -gracias a Tariácuri, un caudillo unificador- los tarascos constituyeron un poderoso imperio, rival de los mexicas, cuyas principales ciudades fueron Pátzcuaro, Ihuatzio y Tzintzuntzan. Ellos nunca pudieron ser conquistados por los mexicas y sólo conocerían la subyugación tras la llegada de los españoles.

                  

 

La tercera revolución

Uno de los rasgos sobresalientes del Horizonte Posclásico fueron las grandes migraciones, principalmente la de los chichimecas de Aridoamérica, mismas que transformarían de manera definitiva el fértil territorio que ocupaba Mesoamérica.

Las sociedades del Posclásico mantuvieron en sus líneas más generales las características de la etapa anterior (un grupo privilegiado que estaba formado por sacerdotes, jefes militares, funcionarios y comerciantes más poderosos, y un grupo desfavorecido que integraban agricultores, artesanos y esclavos).

En estas civilizaciones, el poder estaba en manos de un gobernante supremo que poseía la máxima autoridad política, judicial, militar y religiosa. Aunque cabe aclarar que los grupos militares predominaron en las sociedades del Posclásico.

La guerra tuvo gran importancia durante esta etapa, a tal grado que los pueblos más poderosos -como los mexicas- sometieron a los más débiles para obligarlos a pagar tributo, el cual se convirtió en una de las fuentes más importantes de riqueza. Incluso, esta actividad llevó al extremo una de las características urbanas que se iniciaba en el horizonte anterior: las ciudades fortificadas.

Por último, durante esta etapa, se inició en Mesoamérica la extracción de metales con el fin de producir algunas obras de joyería y unas cuantas herramientas. En efecto, en aquellos años se trabajaron minas y yacimientos de oro, plata, estaño y plomo, al tiempo que se desarrolló la técnica de la "cera perdida" para moldear los metales.

  

 

 
El Período Posclásico es la última etapa del desarrollo independiente de la civilización mesoamericana. Como los otros períodos de la cronología mesoamericana, el inicio de este período varía en el tiempo, aunque se suele señalar la caída de las ciudades-Estado del Epiclásico del centro de Mesoamérica como el principio del Posclásico. Sin embargo, en todas las áreas de Mesoamérica ocurrió un proceso de deterioro de las hegemonías regionales del Clásico que concluyó con el abandono de las grandes metrópolis, como Monte Albán en Oaxaca o las ciudades mayas de las Tierras Altas. Por otra parte, el Norte de Mesoamérica fue escenario de un desastre ecológico que implicó el abandono completo de esa región. Ante estos hechos, las migraciones fueron un fenómeno que marcó el inicio del Posclásico. Estos cambios sociales que marcaron a las sociedades mesoamericanas ocurrieron entre los siglos VIII y X d.C. El final del Posclásico ocurrió con la llegada de los españoles hacia la segunda década del siglo XVI. A partir de entonces ocurrió un proceso de transculturación que remodeló las culturas indígenas y sentó las bases de las culturas mestizas de México y Centroamérica. Antiguamente, se solía presentar al Posclásico como una época dominada por Estados bélicos; en oposición con los pacíficos Estados del Clásico. Las nuevas interpretaciones de las evidencias arqueológicas sobre varios pueblos del Clásico —es el caso de los teotihuacanos y mayas— han dejado claro que la guerra también fue una actividad importante entre esas sociedades. Es especial la imagen de los mayas, a los que se solía imaginar como un pueblo gobernado por sacerdotes entregados a actividades intelectuales. En la actualidad, aunque se reconocen las diferencias entre las sociedades mesoamericanas clásicas y posclásicas, la oposición entre Estados militaristas y Estados teocráticos ha dejado de tener validez explicativa.

 

El Posclásico es el contexto histórico en el que florecieron pueblos como los mexicas y toltecas en el Centro; los mixtecos en Oaxaca y este de Guerrero; los tarascos en el Occidente; los huastecos en el norte de la llanura del Golfo de México; los mayas en la península de Yucatán y los pipiles en América Central.

 

Características generales del Posclásico mesoamericano

 
Las sociedades del Posclásico mesoamericano siguieron desarrollándose sobre las mismas bases materiales que en tiempos anteriores. Esto quiere decir que la base de la economía siguió siendo la agricultura, sobre todo de temporal. Algunas regiones poseían mejores condiciones para el desarrollo de sistemas de irrigación que produjeran mejores resultados agrícolas, por ejemplo, en las riberas de los ríos o de los lagos. Algunas zonas con humedad baja desarrollaron también sistemas hidráulicos, con el propósito de aprovechar mejor los recursos hidrícos existentes. Por ejemplo, en Tetzcuco se construyeron acueductos que sirvieron para llevar agua desde los manantiales de la Sierra Nevada tanto a la población como a las zonas de cultivo del señorío acolhua. Obras similares se realizaron en Loma de la Coyotera, en la región oaxaqueña (Rojas Rabiela, s/f: 5). Mientras tanto, en Yucatán se desarrolló un sistema de cisternas excavadas en la roca madre de la superficie, llamadas chultunes, que tenían por objetivo la recolección de agua de lluvia y su almacenamiento (Zapata Peraza, 1989).


Comala

Este periodo abarcó del año 200 al 500 d.C. ubicado en el estado de Colima.
A principios de nuestra era, Mesoamérica alcanzó su máximo desarrollo con la creación de nuevos centros como La Quemada y Chalchihuites, Zacatecas, Peralta, Los Gatos y San Miguel Viejo, Guanajuato. Se perciben contactos desde el Occidentey la expansión de la tradición Teuchitlán en la parte sur de Guanajuato y Querétaro, altiplano potosino, Zacatecas y Durango. La influencia de Teotihuacán se puede apreciar en varios sitios de Michoacán: Cuenca de Cuitzeo, Loma Santa María, cerca de Morelia, valle de Querétaro. 



Hacia los años 600 - 900, la frontera mesoamericana avanzó al norte en la franja costera del Pacífico hasta los límites entre Sinaloa y Sonara. Esta zona logró una cierta unidad cultural llamada "Horizonte Aztlán" vinculado con Tula, Culhuacan y Cholula; pero carecemos de datos precisos en cuanto a la cronología y los cambios sociales que introdujeron en la cerámica. A su llegada, los españoles encontraron granes centros urbanos y zonas funerarias, pero sin unidad política.






Guachimontones

Esta cultura abarcó de los años 300 a.C hasta 900 d.C
Es el nombre de un centro ceremonial y antiguo asentamiento prehispánico ubicado en la ciudad y municipio de Teuchitlán, aproximadamente a una hora al oeste de la ciudad de Guadalajara en el estado de Jalisco. Este asentamiento fue bautizado así por el nombre del lugar donde se descubrió este primer sitio arqueológico, posteriormente se han descubierto otros asentamientos de la misma Tradición Teuchitlán.


Este centro ceremonial incluye varias construcciones con un estilo arquitectónico peculiar, entre ellas varios túmulos cónicos escalonados o pirámides rodeadas de patios circulares, dos juegos de pelota, un anfiteatro y algunas terrazas y edificios. La palabra Teuchitlán se deriva de la voz Teotzitlán o Teutzitlán que se interpreta como “lugar dedicado a la divinidad”, “lugar del dios Tenoch” o “lugar dedicado al dios reverenciado”.
Posiblemente la fundación del poblado se remonta a los aztecas que lo erigieron en un cerro denominado Huachimontón, al norte de su actual asiento. Fue fundado por integrantes de las tribus Nahuatlacas que colonizaron el centro de México en el periodo postclásico, sin embargo se sabe que las construcciones vecinas a Teuchitlán son anteriores a tal colonización.


ANTECEDENTES:
Teuchitlán fue un cacicazgo dependiente del señorío de Etzatlán y lo habitaban las tribus de los tecos. El estilo arquitectónico particular de este asentamiento recibe el nombre de Guachimontón, y se asigna a los túmulos y estructuras hechos de niveles circulares escalonados. Se cree que tales estructuras, en el caso particular del asentamiento en Teuchitlán, eran utilizadas para ceremonias en honor al dios del viento Ehécatl, y que incluían un análogo del juego del volador, donde un sacerdote subía a un poste elevado para rendir honores a la divinidad. Poste que se colocaba en la cima de los túmulos. Se desconoce quién bautizó a este sitio como "Los Guachimontones". Se cree que Guaje proviene de la palabra náhuatl “Huaxe” que combinándola con la palabra “montón” que es de origen castellano, se podría traducir entonces como "montón de guajes", ya que en la zona abundan los árboles de dicha especie.

DESCUBRIMIENTO:
El sitio fue descubierto en 1970 y su investigación empezó en 1996. Sin embargo, pese a la poca investigación y conocimiento del sitio, se conoce importante información acerca del sitio, gracias al trabajo del investigador Phil Weigand, su esposa Arcelia García y equipo de investigación. Se propone el auge de esta ciudad entre los años 200 y 400 d.C. y su caída hacia el 900 d.C, aunque se sabe que su antigüedad es de más de 2 mil años. El sitio actual abarca 19 hectáreas, aunque se estima que durante su apogeo tenía 24 mil, y que fue habitado por alrededor de 40 mil personas. Como en muchos otros sitios del continente, es un común denominador, por ejemplo en Calixtlahuaca y en Tiahuanaco, Bolivia. Las construcciones de Guachimontones han tenido maltratos a lo largo de los años, piedras de las ruinas se han usado para empedrar calles y levantar casas en el pueblo.



EL SITIO:
Lugar de Guajes El complejo sistema de organización social fue muy parecido a otras culturas vecinas, con un centro ritual y otros lugares de vivienda. Esta región consiste en estructuras en forma de círculos concéntricos, utilizados para adorar a sus dioses, principalmente a Ehécatl. En una vista aérea, se puede apreciar la forma de círculo perfecto de su edificio ceremonial y de sus asentamientos rodeados, en donde se piensa que la comunidad se sentaba para ver, y a bailar, para sus dioses elementales (viento, agua, fuego, tierra). En el centro de la estructura circular principal existe un largo orificio; posiblemente allí se ponía un poste, del cual los sacerdotes se sujetaban y se mecían de un lado a otro simulando el vuelo de un ave. Tal tradición era una ofrenda al dios Ehécatl.  
La Cultura Teuchitlán, como varias culturas mesoamericanas, tenían su propio juego de pelota. En este, la bola de hule no pasaba por ningún aro, sino que tenía que ser golpeada con la cadera hasta llegar al extremo contrario de la cancha; cuando la pelota quedase inmovilizada en una de las canchas, el equipo contrario recibía puntos. Teuchitlán (significa "lugar dedicado a la divinidad") era dedicado a la alabanza de los dioses. Los de Cultura Teuchitlán siempre hacían sacrificios y ofrendas antes de levantar algún edificio. Tales ofrendas consistían en grandes fogones sobre la banqueta o maíz quemado debajo de los muros exteriores de la plataforma. Se han dado casos en los que se encontraron platos de cerámica colocados dentro o debajo de los muros.
Hoy, 1500 años después del abandono del área por sus habitantes, Guachimontones está siendo reestructurado y redescubierto. Muchas de las áreas ahora arqueológicas, se encontraban en condiciones precarias por la agricultura de los dueños de estas tierras. Hoy, es patrimonio de la humanidad, lo cual no indica que está terminado el trabajo, sino que simplemente está comenzando a renacer.


PIRÁMIDE PRINCIPAL:
En el centro del recinto más grande se levanta una pirámide con varias capas y cuatro escalinatas en los puntos cardinales. El pequeño templo en la parte superior probablemente estuvo dedicado al culto de un antepasado fundador sepultado debajo. Alrededor del piso circular una banqueta sostiene varias plataformas, cada una con una estructura enramada parecida a una casa; que probablemente estuvieron dedicadas a los ancestros o a linajes dominantes. Hacia la derecha, un manantial sagrado daba agua a los jardines rituales o se usaba para fines parecidos. Los pisos de la estructura principal es un calendario exacto de 52 años, existe un largo orificio; allí se ponía un poste, del cual los sacerdotes se sujetaban y se mecían de un lado a otro simulando el vuelo de un ave. Tal tradición era una ofrenda al dios Ehécatl. Para su edificación se utilizó piedra, adobe y cal en los edificios principales. En el centro del recinto más grande se levanta una pirámide con varias capas y cuatro escalinatas en los puntos cardinales. Cuenta con 6 pirámides, una de ellas era el centro ceremonial; 2 eran casas de los sacerdotes y 3 eran talleres y cuenta también con 2 canchas de pelota.






Horizonte Clásico


Este horizonte abarco del año 100 d.C al 900 d.C.
El Periodo Clásico de la civilización mesoamericana está marcado por la consolidación del proceso urbanístico que se venía gestando desde el Preclásico Tardío, lo cual ocurre hacia el siglo III d.C. Durante la primera parte de esta época, Mesoamérica será dominada por Teotihuacan. A partir del siglo VII d.C., esta ciudad comenzará un largo proceso de decadencia que permitirá el florecimiento de las culturas maya, zapoteca y de los llamados centros regionales del Epiclásico.


CARACTERISTICAS GENERALES:
Los inicios del Periodo Clásico pueden fijarse alrededor del año 300 d.C y su conclusión hacia el 900 d. C. Sin embargo, la cronología varía en cada área cultural. Los antecedentes de este periodo se hallan en la última fase del Período Preclásico, a partir del año 400 d. C. Los cambios tecnológicos que hicieron posible esta transformación fueron condicionados por factores específicos de cada región mesoamericana. Una actividad importante para los mayas, zapotecas y teotihuacana fue la religión. En este periodo tuvo lugar también una bifurcación de tradiciones en el área mesoamericana: una encabezada por Teotihuacán, y la otra por las ciudades mayas del sureste. El comercio jugó un papel importante como elemento de cohesión entre los mesoamericanos. Teotihuacán tuvo un papel importante como centro articulador de la mayor parte de los intercambios. Otro de los rasgos principales del clásico fue el urbanismo. Las ciudades eran cuidadosamente planificadas y trazadas. Como último dato, es necesario recalcar que en el clásico se ‘cristalizaron’ la mayor parte de las deidades del panteón mesoamericano, y que la religión ocupó un lugar importante en la estructura social como auxiliar del poder político. Presumiblemente, el clero monopolizaba el conocimiento de la astronomía, la matemática, la escritura y hasta el comercio y la política. Existen textos mayas esculpidos y pintados, que se han identificado como cronológicos, astronómicos e históricos, aunque no son la fuente principal para el conocimiento de los mayas, pues están realizados en su compleja escritura jeroglífica, que aún está en proceso de desciframiento. El Clásico, que abarca del año 200 d. C. al 900 d. C., se caracteriza por un notable florecimiento cultural.




OCCIDENTE:
En Occidente no es posible establecer una división clara entre el preclásico y el clásico, debido a que el nivel de complejidad de las culturas del área no lo permite. Durante el periodo clásico, Occidente tuvo escasas relaciones con el resto de Mesoamérica, excepción hecha del área de Guerrero, escenario de la tradición Mezcala, de la que sabemos gracias a sus objetos de piedra tallada. En toda la región maya se construyeron numerosos asentamientos humanos y grandes centros ceremoniales y políticos, además de los edificios claramente destinados al culto, y construcciones que servían para actividades administrativas, sistemas de drenaje y aprovisionamiento de agua potable. Numerosas casas habitación que muestran los distintos estratos sociales, mercados, plazas y otras edificaciones, que revelan una estructura de poder religioso y civil muy bien organizada.



Chupícuaro

Es una zona arqueológica prehispánica, localizada al norte de Mesoamérica, al occidente del Altiplano Central, se encuentra en las lomas cercanas al Río Lerma y su afluente el río Coroneo o Tigre, en el Estado de Guanajuato.  Se estima que este asentamiento tuvo lugar entre 500 a. C. a 300 d. C. Los primeros habitantes de esta zona fueron cazadores-recolectores que vivían lo largo del río y eventualmente desarrollaron conocimientos agrícolas.




Se establecieron en una aldea extendida conformada por chozas construidas sobre plataformas revestidas de piedra y con pisos de lodo. Cultivaban maíz, fríjol y calabaza, aprovechando las márgenes del río Lerma y sus afluentes. Por la existencia de metales y molcajetes de piedra se sabe que molían el maíz, y probablemente sembraron chile y tomates silvestres. También se sabe que practicaron la caza, la pesca y la recolección de productos silvestres.




La cerámica de esta cultura es anterior al periodo clásico, incluye figurillas angulosas con formas geométricas. 




Aparentemente la cultura Chupícuaro se desarrolló en un amplio territorio, y se definió como estilo o Tradición Chupícuaro. en Guanajuato, Michoacán, Guerrero, Estado de México, Hidalgo, Colima, Nayarit, Querétaro y Zacatecas.




Chupícuaro tuvo un gran desarrollo cultural y expansión de su estilo en áreas alejadas al centro difusor e influyó en tradiciones alfareras que llegaron a perdurar hasta fines del período Clásico, inclusive hasta el Posclásico, como se aprecia en la cerámica tarasca de Michoacán.


Capacha



Es un complejo arqueológico de Colima, en el Occidente de Mesoamérica. Fue la primera con rasgos complejos que se desarrolló en la región, aproximadamente entre los años 2000 a. C. y 1200 a. C.




Las semejanzas entre las piezas de esta cultura y la cerámica contemporánea de la región de Ecuador apuntan a que hubo alguna relación muy temprana entre el Occidente de mesoamericano y las culturas andinas. 




La gente que dejó los restos de esta cultura llegó de afuera e introdujo en este lugar y en gran parte del Occidente, anteriormente habitada sólo por gente que vivía de la caza y recolección, una nueva forma de vida más sedentaria, basada en el cultivo de ciertas plantas domesticadas como el maíz, el frijol y la calabaza.




La extensión geográfica de las piezas de cerámica Capacha abarca toda la costa del océano Pacífico, entre los estados mexicanos de Sinaloa, en el norte, y Guerrero, en el sur.


El Opeño



Se localiza en Jacona de Plancarte, Michoacán. 




La importancia de El Opeño en la arqueología mesoamericana radica en su antigüedad y en la amplia difusión de su estilo, contemporáneo de otros desarrollos culturales indígenas como la cultura Capacha y anterior a la cultura de Chupícuaro que se desarrolló en el Bajío. Las tumbas de El Opeño son las más antiguas de Mesoamérica. El Opeño fueron un hito que permitió poner en tela de juicio el carácter que se atrubuía a los portadores de la cultura olmeca como los fundadores de Mesoamérica.




El Opeño está constituido por un conjunto funerario que suele ser incluido en la tradición de las tumbas de tiro, que se difundió por gran parte del Occidente de Mesoamérica, sobre el territorio de lo que actualmente constituyen los estados de Jalisco, Colima, Nayarit y Michoacán. 




Los entierros de El Opeño se distinguen precisamente por su excepcionalidad en el marco de Mesoamérica. Ningún otro pueblo mesoamericano construyó antes del florecimiento ni después del declive de esta tradición monumentos funerarios de este tipo. Se trata de tumbas verticales, o casi verticales, que fueron excavadas en el tepetate o toba volcánica que forma parte del subsuelo de la región. El acceso a las cámaras funerarias subterráneas se efectuaba de modos diversos, por ejemplo, en Nayarit, es común que las tumbas cuenten con tiros muy profundos, aunque en El Opeño contaron con escaleras. En el complejo funerario de El Opeño han sido descubiertas doce tumbas, todas las cuales muestran indicios de planificación arquitectónica. Asimismo, el complejo en su totalidad está organizado en torno a un plan global.




El Opeño pueden ser consideradas el antecedente más antiguo de la llamada tradición de las tumbas de tiro, en la cual se suelen incluir los materiales de este yacimiento arqueológico michoacano. La arquitectura de El Opeño, como se ha señalado anteriormente, cuenta con características muy particulares que no fueron retomadas en las necrópolis más tardías de Jalisco, Colima y Nayarit. Es importante señalar que la arquitectura funeraria, con características similares o divergentes, fue practicada por los pueblos que vivieron en una amplia región de América continental, y en distintas épocas, en los tiempos anteriores a la llegada de los europeos. Esta región se extiende desde el llamado Occidente de Mesoamérica hasta el norte de Perú, siguiendo la costa del Océano Pacífico. La continuidad geográfica y temporal de estas prácticas requiere de análisis más profundos que permitan comprender mejor los vínculos entre estos pueblos.




En torno a la necrópolis de El Opeño no se ha encontrado ningún resto material de las poblaciones de los constructores de las tumbas. Esto motivó que se les representara como un pueblo que se encontraba en la transición hacia el sedentarismo agrícola que caracterizó a las sociedades urbanas de Mesoamérica en el Preclásico Medio. Sin embargo, el análisis de los materiales arqueológicos encontrados en las tumbas —tanto los restos óseos de sus ocupantes como las ofrendas con que fueron enterrados— muestra que los constructores de las tumbas de El Opeño fueron miembros de un pueblo claramente sedentario, con una elevada estratificación social que se refleja en las diferencias entre los bienes ofrendados a los muertos.