Durante el Posclásico destacaron cuatro grandes
civilizaciones: la mixteca, la tolteca, la mexica y la tarasca.
La cultura mixteca comenzó a conformarse en la sierra
poniente de Oaxaca y, luego de enfrentarse contra los zapotecos, constituyeron
una serie de señoríos independientes como Teozacoacalco, Coixtlahuaca y
Yanhuitlán. Ellos fueron grandes orfebres y sobresalieron en la metalurgia de
oro, plata y cobre.
Por su parte, la civilización tolteca floreció entre los
años 850 y 1168 de nuestra era; su capital era Tula, una urbe que se localiza
en el actual estado de Hidalgo. Los toltecas -una cultura marcada por el
predominio de una casta militar- fueron los autores de las primeras crónicas
históricas y su influencia llegó a Yucatán, sobre todo a Chichén Itzá. Su
decadencia se debe a varias causas: los conflictos religiosos al interior de su
sociedad, las prolongadas sequías y la presión de los mexicas, así como la de
otros grupos nómadas que hacia el año 1168 arrasaron e incendiaron Tula.
Los mexicas fueron el último grupo náhuatl que penetró al
Valle de México, donde fundaron Tenochtitlan y crearon el más vasto imperio de
Mesoamérica, mismo que vio su ocaso tras la derrota que sufrieron a manos de
los españoles en 1521.
Por último, en la región que hoy ocupan los estados de
Michoacán, Nayarit, Colima, Sinaloa y parte de Guerrero y Guanajuato se
desarrollaron varias culturas diferentes del resto de los pueblos
mesoamericanos. Hacia el año 1250 -gracias a Tariácuri, un caudillo unificador-
los tarascos constituyeron un poderoso imperio, rival de los mexicas, cuyas
principales ciudades fueron Pátzcuaro, Ihuatzio y Tzintzuntzan. Ellos nunca
pudieron ser conquistados por los mexicas y sólo conocerían la subyugación tras
la llegada de los españoles.
La tercera revolución
Uno de los rasgos sobresalientes del Horizonte Posclásico
fueron las grandes migraciones, principalmente la de los chichimecas de
Aridoamérica, mismas que transformarían de manera definitiva el fértil
territorio que ocupaba Mesoamérica.
Las sociedades del Posclásico mantuvieron en sus líneas más
generales las características de la etapa anterior (un grupo privilegiado que
estaba formado por sacerdotes, jefes militares, funcionarios y comerciantes más
poderosos, y un grupo desfavorecido que integraban agricultores, artesanos y
esclavos).
En estas civilizaciones, el poder estaba en manos de un
gobernante supremo que poseía la máxima autoridad política, judicial, militar y
religiosa. Aunque cabe aclarar que los grupos militares predominaron en las
sociedades del Posclásico.
La guerra tuvo gran importancia durante esta etapa, a tal
grado que los pueblos más poderosos -como los mexicas- sometieron a los más
débiles para obligarlos a pagar tributo, el cual se convirtió en una de las
fuentes más importantes de riqueza. Incluso, esta actividad llevó al extremo
una de las características urbanas que se iniciaba en el horizonte anterior:
las ciudades fortificadas.
Por último, durante esta etapa, se inició en Mesoamérica la
extracción de metales con el fin de producir algunas obras de joyería y unas
cuantas herramientas. En efecto, en aquellos años se trabajaron minas y
yacimientos de oro, plata, estaño y plomo, al tiempo que se desarrolló la
técnica de la "cera perdida" para moldear los metales.
El Posclásico es el contexto histórico en el que florecieron
pueblos como los mexicas y toltecas en el Centro; los mixtecos en Oaxaca y este
de Guerrero; los tarascos en el Occidente; los huastecos en el norte de la
llanura del Golfo de México; los mayas en la península de Yucatán y los pipiles
en América Central.
Características
generales del Posclásico mesoamericano